Taller de creación 1: territorio y sentidos

Esta historia puede ser contada como una galería itinerante. No hubo necesidad de empacar maletas, comprar tiquetes, ni madrugar a las 4 a. m. para tomar un vuelo, pues nos visitamos unos a otros a través de la pantalla de Google Meet. En una época en la cual las reuniones online son el pan de cada día, Diálogos del Territorio se ha planteado la tarea de romper las fronteras de la monotonía mediante la investigación + creación, para compartir contenidos culturales de calidad, que lleven a sus receptores a reflexionar, escudriñar y crear mensajes relacionados directamente con el territorio.

El primer ejercicio que se planteó este proyecto fue el Ciclo de conversaciones: los territorios del arte, del que ya les hemos contado un poco. Este simposio virtual sirvió como conector, para invitar a la audiencia a inscribirse al Taller de creación 1: territorio y sentidos; el primogénito de ocho espacios creativos teórico-prácticos abiertos a la comunidad, que se llevarían a cabo a lo largo del 2021.

Desarrollado durante los meses de abril y mayo, el taller fue guiado por el líder del grupo de investigación Xisqua, Carlos Mario Rodríguez. Cinco encuentros bastaron, para que las 11 personas que participaron, dieran clic en “unirse” y se fueran viajando de forma remota, a los distintos entornos de Boyacá y Santander en los que cada uno residía.

El taller demostró a sus integrantes, lo electrificante que puede ser romper con la actitud Blasé, y atreverse a experimentar desde su propio oído, vista, tacto, gusto, olfato y memoria, los tremendamente diversos fenómenos urbanos y naturales que ocurren en un lugar, en el hábitat recurrente. Dicho transitar de tren telemático puede ser visto a partir de cuatro momentos fundamentales:

1. A la deriva – Ciudades sensoriales

La incertidumbre inunda la sala de Meet ¿qué es este loco proyecto-encuentro-pasatiempo? ¿quién es el tallerista? ¿quiénes están detrás de los avatares de personitas a la distancia? De la naturaleza de este loco proyecto-encuentro-pasatiempo ya se ha charlado, ahora como respuesta a la señora incertidumbre:

A. El tallerista: Carlos Mario, localizado en Paipa-Boyacá se ha dedicado a través del tiempo a reconocer la ciudad de Tunja desde la percepción sensorial de sus habitantes, alineado a la idea de que lo mejor no es solamente lo que está por fuera; lo mejor también se encuentra adentro. Nuestros pueblos, municipios y regiones poseen una gran riqueza, matices y oportunidades por descubrir. Desde el diseño gráfico, el tallerista ha procurado explorar su región y de la mano de la gente, aportar a la formación colectiva de imagen de territorio.

B. Los avatares: Los avatares representan de manera digital a las personas que, valientemente se han unido a la aventura de diseccionar su locación. Se presentan con su cámara encendida, pero son más de lo que allí se puede ver. Desde Boyacá son: Claudia, socióloga interesada en aumentar su creatividad y ver de manera diferente; Alejandro, estudiante de Diseño Gráfico, atraído por el proyecto e interesado en conocer una perspectiva más social de su profesión; Lorena, ilustradora que aprovechando la pandemia, decidió reconectarse con la investigación; Paula Vanessa, estudiante de Artes Visuales, con anhelo de transmitir lo aprendido a los niños con los que trabaja; Diana, abogada y directora de la Fundación Región Museo, que desea seguir “indisciplinándose”; salirse de su disciplina para meterse en otras; Nidian, docente con interés en sumergirse en el mundo de la creatividad y el diseño; Marcela, diseñadora y docente que busca aplicar lo aprendido a sus proyectos sociales y los de sus estudiantes; María del Pilar, arquitecta y docente, atraída por su ciudad y las actividades creativas que le permitan explorarlo e innovar; y Jeimy, con el ánimo de conocer más a Boyacá y Santander, pues lleva a estos territorios en su corazón, por lo que han aportado en su crianza.

Ahora bien, por Santander: Mabel, estudiante de Diseño Gráfico con el propósito de aplicar lo aprendido dentro de su profesión; y Claudia Yaneth, Trabajadora Social, que planea usar las metodologías de reconocimiento del territorio, en el trabajo social comunitario.

Despejada un poco la incertidumbre, es esencial saltar a los libros. Los libros constituyen una experiencia; se detalla su carátula, se abren, su papel se siente, se huele, se lee su tipografía, se observan sus ilustraciones; se descifran sus personajes, se imaginan sus escenarios. Un territorio puede ser leído cual si fuera un libro; los territorios son interesantes, divertidos, seguros o peligrosos, extraños, e incluso melancólicos. Un libro está expuesto a múltiples lecturas, un territorio también. Leer un territorio implica vivirlo, sentirlo, olerlo, saborearlo, escucharlo, mirarlo, descubrirlo no como espectador, sino como habitante, como un lector inmerso que camina los paisajes del libro, se sienta a charlar con los personajes, llora y ríe de su mano.

Lo que sigue es un fascinante recorrido por una serie de libros y referentes, que el tallerista trae a colación para ejemplificar las maneras por las que se puede sentir un territorio. “La mirada en el territorio”, que representa la observación y recopilación de elementos visuales del entorno, tal como lo hace Popular de lujo (2001) de Juan Esteban Duque, Roxana Martínez y Esteban Ucrós; cuyo objetivo es difundir la rica cultura visual latinoamericana, a las personas y las costumbres que la construyen permanentemente. “El aroma del territorio”, como la exploración del lugar a partir del olfato, ejemplificada en libros como De la ciudad me sé su olor (2012) de Yulieth Guerrero Nieto; que desde la mirada de un ser sensorial como el perro, describe la ciudad de Tunja mediante poesía. “Los sabores del territorio”, que caracteriza el territorio, a partir de los gastronómico; tal como en el libro Lo que cuenta el caldero (2018) de Leonor Espinosa, donde la chef relata mediante diversas recetas, un fragmento importante de su vida, delineando lugares como Cartagena y convirtiendo a la comida en una narrativa. “El escuchar el territorio”, que reconoce al lugar como ente sonoro, tal como se hizo en Bogotá Fonográfica (2013) un libro que reunió pequeñas postales, donde las personas dibujaron el sonido de Bogotá (este ejercicio donde se traduce lo sensorial, de lo sonoro a lo audiovisual, inspiraría el Taller de creación 8: postales sonoras). Y finalmente “la piel del territorio”, que aparece como la encarnación conceptual, de las vivencias por las que ha atravesado una comunidad, ejemplo de ello es el Graffitour en la Comuna 13 de Medellín (2021) cuyo historial de violencia y resiliencia quedó tatuado en los murales, graffitis e intervenciones que yacen en las paredes, en la piel y la memoria del lugar.

Vuelve la incertidumbre. La incertidumbre es la primera compañera a la hora de emprender una caminata sin rumbo fijo, como quien se mete en la piel de un flanéur. El inicio de la aventura para los participantes, lo demarcaría la primera actividad: hacer una deriva. Desarrollada por Guy Debord, la deriva es un método para conocer el territorio; salir a caminar, andar en bicicleta o bus, en compañía tal vez de un perrito o dejándose llevar por el azar, sin duda daría lugar a un sinnúmero de pequeños descubrimientos.

El tallerista elaboró un tutorial de apoyo, que presentaría a Google My Maps, como la herramienta estrella que permitiría desarrollar un mapa colaborativo, trazar el recorrido y registrar todo aquello que captara la atención.

1.1 Derivas resultantes

Mediante líneas digitales de color, apuntes de bitácora análoga, fotografías, sonidos y videos, los participantes dejaron retratadas todo tipo de divertidas y reflexivas anécdotas, que serían el primer vistazo al territorio, desde un lente sensorial.

Algunas derivas desarrolladas por los participantes de Boyacá.
Algunas derivas desarrolladas por los participantes de Santander.

De 3 a 5 p. m. Duitama se convierte en el anfiteatro de pequeños objetos instantáneos. Quizás antes o en medio de ese lapso de tiempo, aparecieron por las calles de la ciudad boyacense caracoles escaladores, grandes brazos robóticos, bandejas de almuerzos olvidados a la mitad del camino, gatitos defensores y bandas musicales que tocaban a la luz del día. Alejandro salió de su apartamento e inició la deriva con los sentidos aún dormidos por la acostumbrada actitud blasé, pero a medida que pasó el tiempo, se fue encaminando en un recorrido de pequeños descubrimientos, que encontraron en el suelo de las calles y en lo alto de letreros, un hogar de paso.

Lo detuvo el ejército, se cruzó con un pianista, divisó un restaurante para perros, añoró los tiempos de brincar en saltarín y en la copa de un frondoso árbol, se topó con un globo de vibrante azul. Acompañado del eco de Bad Bunny y de Frankie Ruiz, se dirigió hasta la plaza, adornada por los coloridos globos de un vendedor ambulante. En un intento de extraer una definición que describiera la deriva de Alejandro, se llegó a la conclusión de que su concepto era el contraste, el contraste cromático de elementos efímeros. Este sería un punto de inicio en su proceso dentro del taller.

2. Cartografía de lo sentido

La deriva representó un ejercicio exploratorio, desprovisto de rumbo intencional, ahora el paso a seguir, sería recorrer el hábitat de forma consciente. Para empezar a abrir los sentidos a lo que sucede en el entorno, es importante conocer las categorías de percepción que existen. La primera instancia de la percepción, es la percepción casual, que nos ayuda a sobrevivir el día a día, a desplazarnos automáticamente, a ubicarnos en el espacio y a estar alertas ante el peligro. Por su parte, la percepción consciente va más allá de esto, pues hace referencia a un transitar atento, reflexivo. La percepción consciente puede ser entendida de dos maneras: la percepción semántica y la percepción reducida. La percepción semántica, tiene como función detenerse a comprender aquello que se percibe y darle sentido; la percepción reducida agudiza esta experiencia, al separar elementos específicos del entorno y colocar la atención en estos. La percepción reducida asigna jerarquías y se centra en aquellos personajes, objetos, fenómenos o acontecimientos que capturan nuestro interés.

El mapa es un mecanismo que permite desarrollar la percepción consciente. Los mapas nos han acompañado siempre, ayudándonos a tejer un imaginario del territorio, de sus divisiones políticas, de su ubicación, de su geografía. A lo largo de la historia, los cartógrafos han procurado realizar representaciones de las regiones, a partir de sus conocimientos y de la percepción consciente. Así mismo, para poder orientarse y orientar a los otros dentro de su cotidianidad, cada persona lleva dentro de su cabeza una cartografía propia, construida desde la experiencia que ha obtenido del contexto.

De estos mapas que cada quien arma en la cabeza, nace un nuevo tipo de mapas, denominados por el tallerista como mapas cognoscitivos. Cognoscitivos porque son del conocimiento, provienen de los pensamientos respecto al lugar, que se van almacenando en la mente. A partir de estas cartografías, se pueden desarrollar ejercicios de mapeo participativo, que involucren a las personas y permiten entablar diálogos y reflexiones sobre cómo estas perciben su entorno. Los mapas cognoscitivos pueden desarrollarse de manera individual o colectiva, y sobrepasan los límites de la realidad, pues se desapegan de la representación tradicional y fidedigna del territorio, para ser trazados más desde la experiencia particular del habitante, de sus recuerdos, de aquello a lo que le da importancia, de la manera en la que se relaciona con su hábitat.

Se pueden trazar todo tipo de territorios y a todo tipo de escalas; desde la ciudad, el pueblo o el barrio, hasta el cuerpo, la casa, la habitación, un cajón o una flor. Los mapas cognoscitivos abren la puerta a que las personas se conviertan en cartógrafas, expresen sus sentimientos y pensamientos, comuniquen cosas que no pueden decirse a través de un mapa convencional. Por ello, este tipo de mapas suelen ser muy usados en investigación-acción-participativa o en investigación-creación, pues permiten conocer un territorio desde su gente.

Carlos Mario trae a colación, un par de ejemplos de autores que trabajan el tema de las cartografías participativas. El artista neerlandés Jan Rothuizen, recorre diferentes países alrededor del mundo, realizando caminatas sensoriales en los lugares, para plasmarlos en lo que él denomina un «mapa suave». Los «mapas suaves» o «The soft maps» no tienen en cuenta distancias, vías o líneas geográficas específicas, sino que más bien se centran en la experiencia del artista percibiendo el lugar y a su gente; por lo que suelen estar llenos de grandes y pequeños detalles, ilustraciones y frases destacadas.

Otra autora que ha desarrollado mapas cognoscitivos es Kate Mc Lean, artista francesa cuyo trabajo se enfoca en la cartografía del olfato. A partir de distintos lugares en Europa y Estados Unidos, la artista ha capturado muestras y representaciones del olor de los lugares, para incorporarlas a mapas que guardan todo tipo de aromas, de los agradables a los fétidos. Su proyecto se llama «Sensory maps» y recoge no solo las fragancias del entorno, sino también las impresiones de la gente al interactuar con sus mapas; todo tipo de palabras, recuerdos y expresiones surgen en este proceso, que eventualmente lleva a una interpretación olfativa del territorio.

En conclusión, las cartografías participativas pueden darse de manera plural y singular. Plural, cuando una comunidad o un grupo de personas se reúne, para desarrollar un mapeo colectivo y trazar una representación del territorio a partir del imaginario, de lo percibido. Y singular, cuando se realizan por ejemplo mapas cognoscitivos, que retratan el pensamiento y percepción particular de cada ciudadano y por ende se desarrollan de forma individual. Los mapas cognoscitivos además, se caracterizan por ser dibujos o replantaciones visuales sobre un plano, generalmente desarrollados como parte de un taller guiado, por lo que requieren un espacio, materiales y una metodología replicable desde distintos puntos y escalas, que permitan develar el conocimiento, reflexión y apropiación por el territorio de la persona.

La actividad a desarrollar, como segunda parte de la aventura del taller, consistió en elegir un trozo o la totalidad de la deriva realizada, para volver a caminar por dicho trayecto. No obstante, la caminata debía hacerse de forma sensorial, enfocando la atención en 1 o 2 sentidos, que permitieran dar una perspectiva más profunda del lugar. En el camino se abría la posibilidad de recopilar muestras, objetos, sonidos, fotografías; pero lo esencial, era materializar en la bitácora de trabajo todo lo percibido, a partir del dibujo de un mapa cognoscitivo.

¡Una vez trazada una ruta digital por Google My Maps, los participantes crearían sus propios mapas, con sustratos más cercanos, reflexiones más conscientes y mayores posibilidades de expresión!

2.1 Mapas sensoriales resultantes

Entre finales del mes de abril e inicios del mes de mayo de 2021, Colombia vivió un gran Paro nacional, dinamizado por la Reforma tributaria propuesta por el Gobierno. Las calles de llenaron de ciudadanos manifestando, pancartas, banderas, disturbios, desmanes de la fuerza pública y demás acontecimientos importantes, que sí o sí, permearon los mapas sensoriales desarrollados por los participantes.

Localizado el Centro de Duitama, Alejandro caminó pensando con la vista y el oído. Y esta vez los objetos efímeros se multiplicaron; entre cafés, skaters, ventas de celulares, venta de duraznos y grandes filas de personas, se asomaban los vidrios rotos de la Alcaldía, ahora también rodeada de vallas de protección. Junto al Banco Caja Social, otro banco prácticamente irreconocible, pues había sido completamente cubierto con madera y papel, a manera de escudo. Llegando a la Catedral, entre la música y los sonidos de las campanitas de helado de los vendedores ambulantes, sonaba cual susurro, el fino aire entrando por globos, inflados por globeros; los detalles más imperdibles del recorrido. Finalmente, alrededor del árbol más icónico del territorio, Cedrela Duitamense, reposaban una serie de banderas, pancartas y carteles de apoyo al paro.

Caminata sensorial, desarrollada por Alejandro Suárez – Centro de Duitama

3. ¡A coleccionar!

La antropología de los sentidos, plantea la posibilidad de que las personas realmente se sumerjan en el mundo, se involucren, lo perciban y lo experimenten en el mayor grado posible. Cada individuo está envuelto en un universo distinto y complejo, mediado por el lugar en donde creció, por las personas con las que se relaciona, con su educación, aprendizajes, historia, ideas, pensamientos y sentimientos. Siendo así, la percepción sensorial, más que depender de la fisiología, está vinculada al entorno cultural de cada quien. “Los esquimales ven mucho más que un horizonte blanco”, “los griegos no conocieron el azul” y “los habitantes del Amazonas ven más tonos de verde”.

El paso a seguir en esta travesía sensorial, fue generar una propia visión del territorio, que transmitiera la singularidad de los hallazgos encontrados y los dotara de sentido. Para ello, fue necesario adentrarse en el coleccionismo. Coleccionar se define como reunir en un mismo lugar, cosas del mismo tipo, o que poseen características en común, algo que las conecta; para luego clasificarlas. El coleccionismo en un hobby e incluso un oficio; a lo largo de la vida, seguramente muchos han sido coleccionistas, recopilando y conservando las cosas que valoran.

Coleccionar implica hacer una lectura y trazar un hilo conductor del territorio capturado. El ejercicio consistió entonces, en seguir la intuición, elegir un concepto, tema o idea e iniciar una revisión del material recolectado hasta el momento. Para posteriormente, seleccionar una técnica de registro (video, sonido, fotografía, dibujo, escritura, etc.) y agrupar mínimo 6 elementos, que en suma, conformaran una colección. Dicha colección debía ser rotulada con un nombre y un orden específico, que generara una narrativa comunicable al espectador.

3.1 Colecciones resultantes

A unas cuantas cuadras de su casa en Sogamoso, pensando observar cómo el paso del tiempo había cruzado las calles, para dejarlas quizás deterioradas o cenizas, Lorena se encontró con una serie de objetos curiosos, que se repetían de cuando en cuando. Sogamoso se localiza en Boyacá, y no es costumbre en clima frío dejar la puerta de la casa abierta y sentarse a departir con los vecinos, como sí lo es en otros pisos térmicos. No obstante, sillitas afuera de las casas o en medio de las esquinas, se repetían a manera de lo que ella llamó “salas de espera”.

Varias casas contaban con “salas de espera”; troncos antiguos puestos sobre los andenes, en donde muchas veces hay casi que una integración con la naturaleza, pues los rodean plantas y macetas. Otro tipo de salas eran tablas de madera soportadas sobre ladrillos, que iban evolucionando conforme seguía el recorrido; pues más adelante las sillas eran más elaboradas, con sus respectivos tronquitos pintados, con patitas de alambre forjado; e incluso al final, se encontraban sillas de madera compradas por sus propietarios.

Pieza de colección: “salas de espera”, desarrollada por Lorena Castillo.

Bajo el sentido de la vista, Lorena construyó una colección ilustrada y a dos tintas, de aquellos curiosos objetos usados por sus vecinos. Intentó imaginar cuál era su función dentro de cada lugar y cómo las vivirían las demás personas. Nombrando cada elemento con una frase, narró dentro de su colección las historias de: “Día festivo, día de asado”; “Tomémonos un tinto”; “Hora de las onces”; “Un ratito para el descanso”; “¿Qué pasa hoy?”; “¡Una pa’ la sed!” y “Espacios para el amor”. Una colección de momentos reciclados, de tertulias, de espacios para conversar o quizá esperar.

Pieza de colección: “salas de espera”, desarrollada por Lorena Castillo.
Pieza de colección: “salas de espera”, desarrollada por Lorena Castillo.

4. Relato para no olvidar

Este es un apartado corto pero sustancial. Culminada la colección, quedaba un paso para cerrar con broche de oro, lo que sería una completa experiencia y reflexión sensorial del territorio. Una vez trazado el eje conductor de sus respectivas colecciones, los participantes debieron describir toda la experiencia y comunicar aquello coleccionado a través de la escritura.

Se realizaron finalmente, una serie de escritos descriptivos, muchos fueron reseñas, cuentos encantados o románticos poemas. Las palabras dieron la última pincelada y expresaron lo sentido, cual discurso del territorio.

5. Adiós aguapanela

En cualquiera de las regiones, el aguapanela es una bebida fundamental, de desayuno, onces, cena ¿o por qué no? ¡brindis! La socialización de trabajos finales, se pensó como un momento ameno y divertido, para que desde casa, cada uno compartiera su obra, conversara a cerca del resultado de sus compañeros y disfrutara de una aguapanela con queso o bebida caliente desde casa.

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